Sé que te gusta el dinero. Tienes más del que puedes llegar a gastar en tres vidas seguidas y aun así quieres más. No te importa jugar con el precio del petróleo o del azúcar, del trigo o de una casa, del pollo o de los tomates. Te da igual con qué comerciar, con qué estafar, con tal de forrarte aun más. Tú y tus colegas fuisteis los que nos metisteis en este lío, en esta trampa y ahora, después de haberle llorado como cobardes pusilánimes a los estados para que os saquen las castañas del fuego, encima tenéis la poca vergüenza de colgarnos el muerto a los demás, de venir a decirnos que tenemos que apretarnos el cinturón, que hay que trabajar más, cobrar menos, dar el callo hasta que se nos caigan todos los dientes, currar gratis durante años, chupárosla si os da la gana, mientras os repartís la pasta como si os la hubierais ganado.
No os escondáis, no miréis para otro lado. Sabéis que os hablo a vosotros. A mí no me la dais. Podéis tener a los demás entretenidos, engañados, peleándose entre sí, insultándose los unos a los otros, «que si la culpa es del Gobierno, que si es de los empresarios, que si de los sindicatos»… Sabéis tan bien como yo que nadie os señala. Os habéis encargado bien de ello: comprando los medios de información, regándolos con dinero –unas migajas para vosotros– para que se tiren unos a otros los tiestos a la cabeza. Pero a mí no me la dais. Sois vosotros los que habéis liado todo esto: los dueños de los grandes bancos, de las grandes empresas, los que manejáis la bolsa. Habéis engañado a medio mundo, convenciéndolos con esa voz de serpiente de que hagan exactamente lo peor para los demás, que es lo mejor para vosotros. Los habéis lobotomizado, les habéis comido el coco para que os defiendan hasta con los dientes, con excusas para idiotas repetidas miles de veces (como decía Goebbels, una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad): que si el mercado se autorregula, que si terrorismos, que si banderas y religiones en peligro, que si libertades, que si democracias… ¡Mentira! Todo una sarta de mentiras, proclamadas por iluminados, iluminados convencidos de esas mentiras. Iluminados que mueven masas, iluminados con lengua de serpiente.
¿Os gusta el dinero? Eso espero, porque eso será lo único que vais a tener. Comeos vuestro puto dinero, porque cuando ya no haya nada que comprar, no os servirá para nada. Yo soy uno de esos idiotas de la generación perdida, un iluso que un día creyó que podría tener una vida cómoda, como la que veía a mi alrededor. Soy uno de esos chavales de entonces que pensaron que con una carrera y un poco de suerte podría tener una vida. Soy uno de esos imbéciles que creyeron que había que pasar un poco por el aro, pasarlo mal al principio, pero que con el tiempo se reconocería mi trabajo y mi esfuerzo. Un burro que camina mirando una zanahoria que cuelga delante suya de un palo, un burro que nunca alcanza la zanahoria.
Pues bien: se acabó. Este burro no piensa seguir andando hasta que no compruebe que puede alcanzar la zanahoria. No pienso comprarme una casa, no pienso comprarme un coche, no pienso formar una familia: no pienso volver a endeudarme, ni pedir un crédito, ni meterme en una hipoteca. Se acabó. Si no se me ofrece un trabajo digno, no pienso trabajar. Si no se me ofrece un sueldo decente, no pienso mover un dedo. Peor para mí. Pero también para vosotros. Me da igual morirme de hambre, con tal de saber que no vais a sacar nada de mí, sanguijuelas. Me da igual no tener futuro: tal y como me lo presentáis, no hay futuro. Y sólo espero que toda mi generación, la generación perdida, haga igual que yo. Puede que vayamos a hundirnos, pero os vamos a llevar por delante.
Somos el futuro, pero no tenemos futuro. Pues bien, si nosotros somos los que tienen que asegurar vuestras pensiones, la lleváis clara. Seguid especulando, seguid forrándoos, seguid explotándonos, seguid jugando con el dinero del trigo, del petroleo, de las casa, de los pollos. De nada os va a servir cuando nadie quiera cultivar los campos, ni pescar, ni dar de comer al ganado. Tendréis dinero para comprar toneladas de caviar de beluga, pero no habrá nadie para pescarlo, enlatarlo y llevároslo a casa. Podréis tener dinero para bañaros en champán, pero no habrá nadie dispuesto a pisar esas uvas. Podréis tener dinero para pasar todo el año de fiesta, o en la playa, pero no habrá nadie que produzca el alcohol que bebéis, la comida que coméis o que os lleve las maletas. Estamos hartos. Estamos hartos de que viváis como dioses mientras que nos ofrecéis vuestras migajas. Pues enteraos bien: yo no pienso dejarme la piel por unas migajas. Y cuando los demás vean que sólo nos ofrecéis migajas, cuando los demás también comprendan que nunca disfrutarán de una vida normal, que todo lo que nos ofrecéis es una zanahoria colgada de un palo, entonces será cuando tendréis que comeros todo vuestro puto dinero.
Basta con que un sólo año nadie cultive en todo el mundo para que nos muramos de hambre. Todos. Pensad en ello.