Archive for the '15M' Category

21
Oct
12

¿Rescate?

Después de haber visto el programa Salvados titulado Al filo del rescate y dedicado al posible rescate a España, tengo algunas ideas que me gustaría expresar:

La primera es que el profesor José María Gay de Liébana (profesor titular de Economía Financiera y Contabilidad de la Universidad de Barcelona) hace un computo que desde luego es, cuando menos, cuestionable. Veamos por qué:

El profesor desmenuza las diferenctes fuentes de deuda de la sociedad española en su conjunto, pero bajo mi punto de vista, falla al sumarlas. Según los datos que maneja, tenemos la siguiente situación (para las cuentas del 2011, en millones de euros):

Familias: 871.500
Empresas no financieras: 1.260.800
Administraciones públicas: 736.200
Sector financiero: 1.094.000
TOTAL: 3.961.500

Notas:

  1. En el programa, el profesor presenta una suma de 3.962.000 millones de euros.
  2. Los datos del sector financiero corresponden al año 2010, ya que en el momento de grabarse el programa aun no estaban listas las cuentas del 2011.

Tomemos la cifra de la deuda de las familias y de las empresas no financieras. Esta suma un total de 2.132.300 millones de euros (es decir, 2,1323 billones de euros). Eso es aproximadamente el doble de lo que el sector financiero en bloque debe al exterior. Y aquí está la clave.

Cuando miramos las cuentas de España como país debemos comprender que no se trata sencillamente de sumar las deudas de cada uno de sus ciudadanos, empresas y organismos. Si lo hiciéramos así estaríamos trazando una deformación de la realidad muy grande, ya que mucha de la deuda (por no decir toda) de las familias y de las empresas no finiancieras es con el sector financiero español.

Cuando una pareja decide comprar una casa y pedir una hipoteca va a su banco o caja de ahorros de toda la vida, no va a Bank of Scotland o al Hypovaraisbank. Lo mismo con las empresas. La inmensa mayoría de la deuda de los hogares y de las empresas no financieras no es con el exterior, sino con el sector financiero español.

Como se habrán dado cuenta ustedes, me he dejado la deuda pública al margen. Eso se debe a que el sector público vende su deuda en los mercados, y cualquiera puede comprarla. ¿A quién deben las administraciones públicas? Pues esencialmente a los inversores, y esos pueden ser tanto familias (recuerdo ahora los anuncios en televisión de deuda pública del Tesoro del Estado, dirigidos directamente al pequeño inversor), como empresas cualesquiera, incluídas las finaicieras. En particular, también las españolas. Es decir, las administraciones públicas deben 736.200 millones de euros, pero no a una única entidad, sino a muy variadas (incluído el mismísimo Banco Central Europeo). Supongamos en todo caso que la mayor parte de esa deuda es con inversores extranjeros.

Como el propio profesor Gay de Liébana aduce, desde el estallido de la crisis, el déficit público (la diferencia entre lo que el Estado recauda, venga de donde venga (lo que incluye también la deuda pública) y lo que gasta) ha aumentado espectacularmente, debido a las distintas políticas llevadas a cabo por los distintos ejecutivos para paliar la crisis. Desde el 2008 hasta el 2011, el Estado acumula un déficit de 352.066 millones de euros. Es importante recalcar que de ese déficit, unos 100.000 millones (según de nuevo el propio profesor Gay de Liébana) corresponde al dinero que el propio Estado a utilizado para salvar bancos y cajas de ahorros en problemas.

Esto es muy interesante. Porque esas ayudas a los bancos son en realidad préstamos del Estado a los bancos. Así que de la deuda pública deberíamos poder descontar 100.000 millones de euros, que en realidad es dinero que el sector financiero debe al Estado. Por cierto que todas estas cifras, que son del 2010 y del 2011, no incluyen ese rescate a los bancos que España pidió a principios de verano a la Unión Europea, y que de nuevo significa que el Estado se endeuda para dárselo a los bancos.

Por otro lado, el Producto Interior Bruto (PIB) de 2011 es de 1.073 miles de millones de euros (es decir, 1,073 billones de euros). El producto interior bruto es toda la riqueza de España. Si España (no como Estado, sino como país, es decir, todo lo público y todo lo privado) diera todo su dinero y vendiera todo lo que tiene para sumarlo a ese dinero, el total sería esos 1,073 billones de euros.

Hagamos la siguiente cuenta: en lugar de sumar todas las deudas como ha hecho el profesor Gay de Liébana, sumemos sólo las deudas del sector financiero (suponiendo que esa deuda es completamente con el exterior) y la de las administraciones públicas (suponiendo de nuevo que toda la deuda de las administraciones públicas españolas es con el exterior), eliminando, eso sí, los 100.000 millones de euros que la administración ya llevaba gastados en ayudas a los bancos. Y obetenemos la cifra de 1.730.200 millones de euros. ¿Por qué hemos hecho así la cuenta? Porque lo que nos interesa, como hemos dicho al principio, no es la suma de «cuánto se debe», sino cuánto debe España como país al exterior, y por ello debemos eliminar de la suma todo lo que empresas españolas, familias españolas, bancos españoles y administraciones públicas españolas nos debemos unos a otros.

1.730.200 millones de euros, es algo así como 1,61 veces el PIB del 2011. No es un buen dato, pero desde luego está bastante lejos de los 3.961.500 millones de euros del cálculo del profesor Gay de Liébana, que viene a ser del orden de 3,69 veces el PIB del 2011.

En estas cuentas que acabo de hacer se han simplificado varios hechos, que conviene recalcar:

  • Lo primero es que hemos dado por sentado que toda la deuda de las familias y las empresas es con el sector financiero español. Eso es muy razonable cuando hablamos de familias, pero no lo es tanto cuando hablamos de empresas. Las pequeñas y medianas empresas probáblemente sí que tienen todas sus deudas contraídas con bancos y cajas de ahorros españolas, pero es posible que las grandes empresas hayan recurrido a inversores internacionales y a bancos de inversión extranjeros. En ese sentido cabe señalar algunos puntos:
  1.  Eso es deuda privada. También la deuda de las entidades financieras es deuda privada, lo cuál significa que cuando menos es discutible que el Estado se haga cargo de ellas. Pero en el caso de las empresas no financieras, eso sería ya completamente inaceptable. Lo que deban las empresas al extranjero no debería contar aquí para nada.
  2.  En cualquier caso, como curiosidad hay que decir que el profesor Gay de Liébana dice en el mismo programa que 604.000 millones de euros de la deuda actual de las empresas españolas (es decir, aproximadamente la mitad de todo lo que debe el sector empresarial no financiero) corresponden a las 28 empresas no financieras del IBEX35. Esto es, las 28 mayores empresas no financieras de España deben tanto como el total de todas las demás empresas no financieras de España. Sería interesantísimo estudiar qué capital tienen esas empresas en paraísos fiscales.
  3.  Eliminando lo que esas 28 empresas del IBEX35 deben, la deuda de las pymes y de las familias españolas con la banca (que, como hemos dicho, puede suponerse que es con la banca española) se reduce a 1.528.300 millones de euros. De nuevo conviene comparar esta cifra con la que la banca debe al exterior, que es 1.094.000 millones de euros. Es natural que debamos a los bancos más que ellos a los que les prestaron, ya que de ahí sale parte de su margen de beneficio. Sin embargo, si tenemos en cuenta el fenómeno de la multiplicación bancaria, la comparación de las cifras es curiosamente baja: 434.300 millones de euros.
  4.  De todo el montante de deuda de las empresas no financieras, sería de lo más interesante poder estudiar qué cuantía representan las deudas del sector inmobiliario con la banca. Podríamos así saber cuánto daño le sigue haciendo a la economía española el estallido de la burbuja inmobiliaria.
  • Lo segundo a recalcar es que los datos presentados eran de 2011, excepto los del sector financiero, que eran del 2010. No cabe esperar que hayan mejorado desde entonces, a tenor por lo ocurrido con la CAM, Bankia, etc.
  • Tercero, la deuda pública española, como ya he mencionado antes, no necesariamente está toda ella en manos de inversores extranjeros, pero por simplificar nos hemos puesto en el peor de los casos.

He dicho al principio que quería expresar algunas ideas respecto a las cuentas presentadas por el profesor. Hasta ahora sólo he expuesto mi primera idea, que no es otra cosa que un análisis de cómo se han hecho las cuentas, y cómo propongo yo que se hagan.

La segunda idea que me gustaría poner de manifiesto es que parece que es la banca la que carga de problemas a la economía española. El Estado dispara su déficit a partir de 2008 por el estallido de la crisis financiera. Como a estas alturas ya todos sabemos, el hecho de que los bancos no se prestaran dinero entre sí fue lo que hizo que todo empezara a tambalearse y a derrumbarse. Cuatro años después, en España aun la banca no ha vuelto a abrir el grifo del crédito. El Estado ha prestado a la banca mucho dinero con la idea de que el crédito vuelva a fluir, algo así como mantener la respiración artificial a los bancos, pero los bancos prefieren utilizar ese dinero para pagar a sus acreedores antes que para prestarlo, con lo cual el crédito sigue sin fluir, lo cual asfixia a empresas y familias. Eso es lo que está provocando el cierre de empresas y los despidos. Eso aumenta el paro, con lo cual las familias no pueden hacer frente a sus deudas. Como las familias y las empresas no pueden pagar sus deudas, los bancos no reciben dinero, y no realizan préstamos. Es un círculo vicioso.

Uno se pregunta de forma natural: ¿por qué entonces mantener la respiración artificial a los bancos en problemas?

Probáblemente esa es la gran pregunta que nos hemos hecho todos los que seguimos con perplejidad esta situación que ya dura más de cuatro años. En un principio se nos vendió la idea de que el crédito (o el dinero, o la liquidez, como prefieran llamarlo) es la sagre del sistema, o mejor aun, el oxígeno. Los bancos vienen así a ser como el corazón que bombea esa sangre, o como pulmones que proporcionan oxígeno al resto del organismo. Eso quedó expresado en una máxima que de por sí recoge la filosofía del asunto: demasiado grande para caer. Es probablemente el mayor instrumento de manipulación jamás concebido: una frase con la que justificar el sacrificio de millones de personas.

Ahora estamos comprobando que, lejos de ser la solución, los bancos son el problema. Lo son desde el inicio de la crisis. Pero tampoco es bueno generalizar, hablar de los bancos como si fueran una unidad homogenea. Probablemente todos se han comportado en general de la misma manera, pero no todos han corrido la misma suerte. No se trata de juzgar su comportamiento ético, no se trata de saber si unos han sido abusadores y mezquinos (porque todos lo han sido), sino de identificar cuáles sencillamente no funcionan, cuáles acumulan pérdida tras pérdidas, cuáles no pueden sosternerse por sí mismos y son una lastra para todos (incluidos nosotros).

Creo que todos los que no creemos en el liberalismo económico nos sentimos de lo más preplejos al saber que tanto el Reino Unido como los Estados Unidos, paladines de la ideología económica liberal (que el Estado no se meta en nuestros asuntos, el mercado se autorregula, lo que hace falta es más libertad, menos controles, etc.) decidían inyectar dinero público para salvar entidades financieras privadas. ¿A cuénto de qué va a tener una administración pública que sacarle las castañas del fuego a un banco privado? ¿No defendían ellos que les dejaran hacer negocios en paz?

Lo que nadie imaginaba es que las cosas fueran a hacerse tan rematadamente mal. Todas las grandes declaraciones de los meses siguientes (hay que refundar el capitalismo) quedaron en nada. En cuanto los Estados prestaron el dinero, las entidades financieras volvieron a hacer exactamente lo mismo, solo que además comenzaron a hacer algo más preligroso: prestarle a los mismos Estados que les habían dejado el dinero, exigiéndoles mayor rentabilidad.

Todo esto viene a lo siguiente: ¿por qué el Estado Español no deja sencillamente que quiebren aquellos bancos, cajas de ahorros y aseguradoras que tienen problemas graves? ¿Por qué no se las abandona a su suerte?

Viendo con retrospectiva lo que en los últimos cuatro años ha ocurrido, parece que fue una pésima idea no haber dejado caer esas entidades financieras. ¿De verdad cabe esperar tasas aun mayores de paro, de deuda, de pobreza, etc. si los bancos con problemas hubieran quebrado? Pensemos por un segundo qué hubiera pasado si, en lugar de ayudar a la banca, el Estado hubiera ayudado directamente a los ciudadanos y a las empresas.

Viñeta de Forges en El País, 14.05.2012.

Viñeta de Forges en El País, 14.05.2012.

Desde luego, el déficit público hubiera aumentado, pero cabe preguntarse si más de lo que hasta ahora lleva acumulado. Si los ciudadanos y las empresas pequeñas y medianas hubieran podido contar con financiación y liquidez y a los bancos con problemas se les hubiera dejado caer, en primer lugar cabría preguntarse cuántos bancos y cajas de ahorro habrían caído de verdad. Las entidades financieras tenían ya problemas estructurales serios antes de la caída de Lehman-Brothers, pero eran más que capaces de seguir adelante precisamente porque sus clientes, que no son otros que las empresas y las familias, pagaban religiosamente. ¿Cuántos bancos y cajas de ahorro habrían terminado declarando la bancarrota, si sus clientes seguían pagando? Quién sabe. Pero desde luego puedo asegurar que si los ciudadanos hubieran tenido ese apoyo, seguramente muy pocas de esas entidades financieras hubieran terminado colapsando.

En cualquier caso, lo que uno debería preguntarse es si realmente un banco que debe tanto dinero como para no poder vivir sin esa respiración artificial debe seguir existiendo. Por simple aplicación del principio de selección natural, parece evidente que la mejor elección hubiera sido dejarlos caer. El dinero de los pequeños ahorradores hubiera estado garantizado por el fondo de garantías, así que los que hubieran salido perdiendo de verdad son aquellos que tenían grandes fortunas en esas entidades. Pero, ¿de qué entidades estamos hablando?

Vistos los números de los grandes bancos, y visto lo que ha ido ocurriendo desde septiembre de 2008 en el panorama financiero español, está claro que aquellas entidades con problemas serios que no hubieran podido sobrevivir eran, esencialmente, cajas de ahorro (que luego han ido fusionándose o conviertiéndose en bancos). Podría explayarme durante párrafos en explicar por qué los dos grandes partidos tenían un nulo interés en dejar caer las cajas de ahorros, pero creo que es más efectivo y más divertido dejar que este vídeo lo explique mejor que yo:

Si se hubiera rescatado a las personas en lugar de a los bancos tendríamos las siguientes consecuencias:

Las familias no habrían tenido que dejar de consumir para pagar sus deudas.

Por lo tanto las empresas hubieran podido paliar al menos parcialmente la falta de crédito por el tirón del consumo.

Por lo tanto la tasa de paro no sería tan alta, y las perspectivas de recuperación serían mucho más altas.

Si además se hubiera ayudado a las empresas no financieras (y yo añadiría que además a aquellas que no se dedican al sector inmobiliario) con créditos públicos, con toda seguridad no hubieran tenido que despedir a tanta gente o incluso cerrar.

Y los más importante: esas deudas con inversores extranjeros no pesarían sobre el déficit público.

Paralelamente, dejando caer a las entidades financieras que no pudieran sostenerse por sí solas, muchas empresas y familias hubieran perdido sus ahorros.

Si, muy bonito todo esto, pero ¿de dónde sacar el dinero? ¿No hubiera hecho eso subir la deuda pública? Desde luego que sí. Pero dudo mucho que hubiera provocado un efecto muy distinto del que de hecho ha tenido rescatar a esos bancos y cajas de ahorros de dudosa solvencia.

Hay que tener también en cuenta el efecto impuestos. Conseguir que las empresas no despidan a sus empleados tiene, además de los efectos sobre el consumo que ya hemos mencionado (y que significan tirar de la economía), la virtud de que mientras alguien esté trabajando, está pagando impuestos. El empujón inicial de ayudar a las familias y a las empresas puede que supusiera un importante desembolso para el Estado, pero parte de ese desembolso se hubiera recuperado vía impuestos. Por otra parte, se estima que entre 70.000 y 82.000 millones de euros se dejan de recaudar anualmente debido al fraude fiscal (estas son las estimaciones más bajas, por cierto, ya que nada menos que el Sindicato de Técnicos del Ministerio de Hacienda cifra en 89.000 millones el fraude anual que deja de recaudarse).

Con algunas medidas dirigidas exclusivamente ha hacer cumplir la ley y que nadie deje de pagar lo que debe (repito, sin modificar ni una coma de las leyes, sólo haciendo cumplir la ley) se podrían recaudar al año un mínimo de 60.000 millones de euros más. La organización Attac, el Sindicato de Técnicos del Ministerio de Hacienda o el profesor Vincenç Navarro proponen algunas medidas concretas que se podrían tomar para generar más inglesos al Estado tocando algunas leyes. Eso por no hablar de propuestas ya clásicas (pero no por ello menos eficientes y dignas a tener en cuenta para mitigar el déficit público).

¿Qué puede hacerse a estas alturas? No soy economista. No me corresponde a mí dar con las respuestas. Preo creo muy pertinente que todo el mundo se haga esta pregunta. En el mismo programa ya citado de Salvados se muestra la situación de los griegos. España no puede pagar la deuda de sus bancos, y es precisamente la deuda de la banca española la que está haciendo saltar por los aires el déficit público. El Estado pide dinero a los mercados para dárselo a los bancos y se presenta como avalista. En otras palabras: convierten la deuda privada de los bancos en deuda pública de todos. Y todo para que una piara de inútiles sigan sentados en sus sillones de directivos de cajas de ahorro (ahora bancos) con sueldos millonarios para que no tiren de la manta. Y mientras, esos mismos bancos devolviendo a los bancos alemanes y franceses el mismo dinero que los propios alemanes y franceses pagan como impuestos.

El rescate es una gran estafa. Todos y cada uno de los rescates públicos a la banca forman parte de una misma gran estafa. Una estafa a nivel europeo, la de salvar el culo a la banca (tanto a la española, griega, italiana, portuguesa e irlandesa como a la alemana y la francesa, la holandesa, la austríaca o la finlandesa), convirtiendo en deuda pública que tenemos que pagar todos (unos con sus impuestos, otros con su sacrificio y su hambre) la deuda de los bancos. Es, en definitiva, hacernos pagar a todos por los errores y los abusos de unos privilegiados.

13
Nov
11

El retorno de los brujos

Desde la distancia observo no sin preocupación las elecciones que se nos vienen encima y en las que no podré participar. Las encuestas -que pienso que deberían estar prohibidas por ley con pena ineludible de 20 años de cárcel- indican que regresa al Gobierno el PP. No soy de los alarmistas que agitan la bandera del miedo. El PSOE no lo ha querido hacer bien, así de sencillo. Ha tenido tiempo de sobra para hacer y deshacer todo aquello que ahora promete cumplir de verdad. Lo siento, señores del PSOE, la ciudadanía ya no les cree.

Me preocupa aun más lo que está por venir. Soy de los que opina que, por muy mal que lo ha hecho el PSOE (y lo ha hecho muy mal), se le achaca una culpa mayor de la que realmente tiene. «La economía no la hacen los Gobiernos, la hacen las empresas«, lo cual es probáblemente en lo único que el señor Berlusconi y un servidor vamos a estar alguna vez de acuerdo. Al menos en lo que a una economía de libre mercado se refiere. Así que mucho me temo que, por mucho que cambie el Gobierno, mientras que España se siga invirtiendo para conseguir el máximo beneficio al más corto plazo, no conseguiremos salir del fondo del pozo, a pesar de las milagrosas medidas que tan bien se guarda de desvelar el señor Rajoy.

Como decía, me preocupa mucho lo que está por venir. No sólo por la situación económica, sino por lo que implica la nueva situación política y en especial la situación social. Por primera vez en nuestra democracia, un partido tiene todas las de ganar unas elecciones sin un programa claro. El PP se ha limitado a poner sobre la palestra los (a su juicio) defectos del ejecutivo socialista, sin presentar ni una sola alternativa creíble (ni increíble). ¿Qué piensa hacer Mariano Rajoy a partir del 21 de noviembre? Es un misterio.

La cuestión que me molesta la resumió a la perfección Ignacio Escolar en este artículo hace unas semanas. Y es que hemos llegado a tal grado de degradación democrática que los políticos prefieren callar sus posturas para no perder votos.

A ver si nos aclaramos. Esta «democracia» asienta su representatividad y su legitimidad en la idea de que yo voto a una lista (cerrada) de personas –lista confeccionada por el partido por el que se presentan–, porque son ellos los que recojen mi sentir y mi opinión. Es de puro sentido común que yo tendré que conocer las opiniones y las ideas de esas personas. ¿Cómo voy a decidir, si no? Pues ahora resulta que no, que los políticos se guardan muy bien de hablar claro, de decir lo que realmente opinan. No vaya ser que los votantes se enteren de lo que de verdad piensan.

Que el PP haya hecho bandera del silencio como programa electoral es aterrador. Me dan miedo esos votantes capaces de firmar tal cheque en blanco, el de su futuro inmediato durante los siguientes cuatro años. Me aterra pensar en la mentalidad de quien traga semejante rueda de molino. Me recuerda a cierto comportamiento que se dió en España durante cuarenta años. Déjennos a nosotros y no se metan, que ustedes de esto no tienen ni idea.

Sacan a la calle la bandera nacional como si fuera suya, de su partido. Señalan y se burlan de quien es diferente o piensa de forma distinta. Claman con orgullo que a ellos no los manipula nadie, pero curiosamente todos sus argumentos vienen pregonados por ciertos medios. Desprecian la inteligencia y la cultura. Se declaran cristianos, pero no pisan las iglesias fuera de bodas, bautizos, comuniones o funerales. Para ellos la caridad cristiana no es universal, sino sólo para los que son como ellos. Son los españolitos: acomplejados, ignorantes, apegados a un odio que les sale de las entrañas, siempre dispuestos a tirar una piedra, azuzados por los lacayos de los poderosos. Ese sentimiento celtíbero mesetero de que somos una mierda, de que no tenemos remedio, de que España se ha convertido en el patio de una prisión en la que el que menos navajazos lance es idiota. Esa mala baba de quien llama imbécil a cualquiera que quiera creer que las cosas pueden cambiar, que es posible hacerlo mejor, que si nos unimos todos, conseguimos lo que sea. Son esos que comparten la idea de que ser español es un pecado original con el que hay que morir orgulloso.

El españolito está permanentemente cabreado. Tiene una úlcera perenne. No le da la gana de hacer el esfuerzo de humildad y de inteligencia que supone reconocer que tal vez haya otras maneras de hacer las cosas, de que puede que lleve toda la vida equivocado. Prefiere morir en su error, reconfortado por el calor del estiércol en el que está sumido, a salir fuera de él, lavarse en agua fría y comprobar que más allá de la pocilga de su ideario existe aire fresco. Cambiar de opinión, además de hacerle pasar por la humillante experiencia de reconocer que lleva toda la vida equivocado, supone pensar, razonar, escuchar lo que los otros tienen que decir.

El españolito no es que sea tonto. Es españolito es un vago mental. Es un cateto, y no porque sea ignorante (que es algo con lo que todos venimos de serie), sino porque no tiene ganas de hacer el esfuerzo mental que supone razonar, pensar, escuchar sin prejuicios y contrastar opiniones. Le han metido en lo más profundo de su cabeza ese complejo de cateto y de ignorante que lo ciega. Lo han amamantado con fútbol y toros, con procesiones y misas. Mataron su curiosidad infantil a base de «porque sí». Anularon su voluntad y sus ansias de cambiar las cosas a golpe de «porque me da la gana». Y a fuerza de no usar la cabeza más que para envidiar y criticar, se olvidó de razonar y se cerró. Primero los padres, después el cura, los maestros y por fin el partido. La marea de los españolitos, acomplejados en su ignorancia y su debilidad mental, se unen bajo la bandera y la cruz. Obcecación de casta, de rebaño, de tribu. Esa entelequia llamada España, que para ellos significa que si no eres uno de ellos, no eres español. Confunden ser español con ser españolito. Y a los que no son españolitos hay que echarlos de España. Por eso llevan siete años y medio de úlcera.

El españolito no quiere reconocer que ha escogido el camino fácil, que lleva toda la vida siendo un vago mental, que no tiene cojones de sentarse a pensar, a razonar sin prejuicios, a revisar aquello que conforma su universo personal. No tiene cojones de abrir su mente, de afrontar su ignorancia y de pelear contra ella. Porque eso significaría reconocer que él es el responsable de su situación. El único responsable de que las cosas le vayan como le van. El único responsable de su situación en el trabajo, con su familia, de su sueldo, de su hipoteca, de su salud… Un españolito ha hecho siempre lo que le han mandao, así que si las cosas van como van es o porque las cosas son así, o porque el que manda lo ha hecho mal. Un españolito no quiere, no le da la puta gana de asumir que puede llevar toda la vida equivocado. Y si hay que demostrarle a los socialistas que ellos, los españolitos, son los que tienen razón, pues se pasa uno ocho años cabreado, con la úlcera comiéndole por dentro. Porque permitir que los rojos hagan las cosas bien sería como reconocer que uno lleva toda la vida equivocado. Y si de repente se derrumban todas sus creencias, el españolito tiene que hacer el esfuerzo mental de reconstruir un universo personal. Tiene que pensar, recapacitar, dialogar. Y lo que es peor, lo que más le humilla, lo que más le cuesta en el mundo al españolito: reconocer que estaba equivocado. Reconocer que no tenía razón.

Me da terror una ciudadanía así. Y pena. Mucha pena. Porque lo peor de todo es que, como dije antes, el PP tampoco tiene ninguna varita mágica. La economía la hacen las empresas, no los gobiernos, ¿recuerdas? Y las empresas españolas no saben generar riqueza sin explotar al empleado ni al cliente. O sea, a la ciudadanía. Para crear riqueza de verdad, en un modelo de libre mercado, hay que tener visión de largo plazo. Hay que invertir pensando en la rentabilidad a largo plazo, no en la inmediata. Crear riqueza no es pegar un pelotazo.

¿Qué imagen puede tener de ti alguien que piensa que es mejor que desconozcas su programa electoral, y que aun así le debes votar? Su idea de democracia es la de pasar un trámite: que les des carta blanca. «Tú de estas cosas no entiendes, así que mejor que no te metas en nada. Tú déjame a mí, que yo de esto entiendo.» Piensan que sigues siendo un catetito español, que no das para más, que mejor que no piense ni opine. Y por si acaso sí que piensas, mejor no decirte lo que de verdad van a hacer cuando ganen.

A veces me dan ganas de gritarle al españolito el famoso grito de Clinton de «¡Es la economía, idiota!». Porque el españolito, en su ignorancia y en su fe inquebrantable en el partido es incapaz de ver lo obvio: que el Partido Popular trae las mismas medidas neoliberales que nos han traído a esta situación. Las mismas medidas neoliberales que no sólo son el origen de la crisis, sino que nos están impidiendo retomar la senda del crecimiento. En ese credo que profesan de que los recortes y la austeridad son los únicos caminos hacia la recuperación económica, insisten en no ver lo que para la otros es obvio: que después de tres años de austeridad, recortes, medidas draconianas y mantras neoliberales, ninguna de las economías que las aplicaron han levantado cabeza, e incluso muestran preocupantes síntomas a volver a caer. Insisten en hacernos olvidar que existen otros caminos, como el seguido por Islandia). ¿Hasta cuándo van a seguir los fieles creyentes del PP pensando que la recuperación vendrá a base de recortes y privatizaciones? ¿Cuándo se darán cuenta del tremendo error que están cometiendo? ¡Es la economía, idiotas, y no la Guerra Civil!

Las encuestas dan una amplia mayoría absoluta al PP para el 20N. Pero también deparan sorpresas, como la de que aun hay un 23% de indecisos (o que prefieren no declarar su voto). Eso da alas aun a la esperanza (con minúscula). Quiero llamar la atención sobre esta genial iniciativa: se trata de #AritmEtica20N. La idea es simple: según la Ley Electoral, gracias al sistema D’Hont y a las circunscripciones electorales por provincias, se dan severos desajustes entre proporcionalidad de votos obtenidos y número de escaños asignados. De esto se benefician especialmente el PP, el PSOE y CiU. Una de las mayores reivindicaciones del movimiento 15M es precisamente el cambio de la Ley Electoral para que el proceso electoral sea más representativo.

Como era de esperar, PP y PSOE hacen oídos sordos al clamor por el cambio de la ley electoral para hacerla más representativa, así como también al grueso de las otras reivindicaciones del movimiento 15M. Unos simpatizantes de este movimiento han hecho cuentas circunscripción por circunscripción. Se han basando en los resultados electorales del 2008, de las elecciones municipales de 2011 y de la encuesta de intención de voto del CIS de octubre. Han calculado qué partido habría que votar en cada circunscripción y en qué porcentaje para que el voto disperso (ése que no consigue ningún escaño) se materialice en un voto de castigo para estas tres fuerzas (PSOE, PP y CiU). Aquí puedes encontrar la tabla en la que se resumen los datos, y la fuerza o fuerzas a las que se debería votar para dar la vuelta a las encuestas.

Dado que en la mayoría de circunscripciones es IU la fuerza más plausible, me permito la licencia de dejar aquí un enlace a su programa electoral. Para los que no quieran leer tanto, enlazo aquí un buen resumen del mismo.

Yo lo tengo claro: si Merkel y Sarkozy quieren gobernarnos (a base de reforma constitucional y recortes), que se presenten a nuestras elecciones. Puede que por eso Rajoy no haya desvelado su programa. Puede que no sea para asustar a los electores (especialmente a los desencantados con el PSOE). Puede que él mismo no sepa aun qué le va a pedir Merkel que haga. Yo por mi parte, ya puestos a que nos gobiernen desde fuera, prefiero que lo hagan los noruegos.




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